El concepto de Discapacidad Intelectual, estaba relacionado anteriormente con el de “retraso mental”, el cual
se refería a aquellas personas cuya capacidad intelectual era
significativamente inferior al promedio, un cociente intelectual aproximadamente
de 70 o inferior en un test de cociente intelectual administrado
individualmente (en el de niños pequeños, un juicio clínico de capacidad intelectual
significativamente inferior al promedio).
También está asociado con el déficit o alteraciones
de ocurrencia en la actividad adaptativa actual (eficacia de la persona para
satisfacer las exigencias planteadas para su edad y su grupo cultural), en por
lo menos dos de las áreas siguientes: comunicación personal, vida doméstica,
habilidades sociales-interpersonales, utilización de recursos comunitarios,
autocontrol, habilidades académicas funcionales, trabajo, ocio, salud y
seguridad.
El inicio
de esta discapacidad se da antes de los 18 años de edad.
Se distinguen
cinco tipos en la clasificación de Retraso mental:
- Retraso mental leve: cociente intelectual entre 50-55 y aproximadamente 70.
- Retraso mental moderado: cociente intelectual entre 35-40 y 50-55.
- Retraso mental grave: cociente intelectual entre 20-25 y 35-40.
- Retraso mental profundo: cociente intelectual inferior a 20-25.
- Retraso mental de gravedad no especificada: cuando existe clara presunción de retraso mental, pero la inteligencia del sujeto no puede ser evaluada mediante los test usuales.
El
siguiente enlace que ofrecemos es un documento en el que aparece una visión más
general del retraso mental:
En la
actualidad se recomienda dejar de hablar de retraso mental y utilizar, en su
lugar, la expresión discapacidad intelectual; ya que este último pone en
evidencia un concepto contextual y ecológico de la discapacidad; responde mejor
a las prácticas profesionales actuales, que se centran en conductas funcionales
y apoyos contextuales; proporciona una base lógica para proporcionar apoyos
individualizados debido a que se basa en un marco de referencia ecológico-social;
es menos ofensivo para las personas con esa discapacidad; y es más consistente
con la terminología internacional, incluyendo los títulos de revistas
científicas, investigación, etc.
Históricamente,
se distinguía entre causas orgánicas y ambientales de la
condición a las que se hacía referencia como deficiencia mental, retraso
mental. Con la introducción de la definición de 1992 de la AAMR se adoptó un
enfoque multifactorial en el sentido de que se entiende que la etiología
de la discapacidad intelectual es compleja e implica la interacción de
múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales.
Lo que
este nuevo modelo desarrollo es un concepto de “retraso mental” en el que el
funcionamiento individual se considera desde una perspectiva multidimensional e
interactiva, como algo determinado por la interacción entre cinco grandes
dimensiones y los apoyos que se reciben:
1.
Habilidades intelectuales.
2.
Conducta adaptativa.
3.
Salud física y mental.
4.
Participación, interacción, roles.
5.
Contextos.
Los apoyos pueden ser:
- Intermitentes: apoyos ocasionales y más o menos breves, de alta o de baja intensidad.
- Extensos: apoyos continuados en uno o más contextos, sin limitación personal.
- Limitados: apoyos continuados durante un periodo de tiempo dado.
- Generalizados: apoyos constantes y de alta intensidad en mayor parte de los contextos.
En el
siguiente enlace que proponemos, se comenta un poco el término de discapacidad
intelectual que os pueden ayudar a entenderlo un poco mejor:
Pasaremos ahora a presentar las
necesidades educativas que se derivan de la discapacidad intelectual. Las
necesidades educativas más frecuentes y relevantes son:
- - Desarrollo personal y social ->
. En la
discapacidad intelectual leve se atiende enseñando prácticas concretas y cuidar
la organización del entorno.
. En la
discapacidad intelectual moderada se atiende con programas de refuerzo
específico en los entornos naturales (control de las condiciones ambientales).
- - Desarrollo cognitivo ->
. En la
discapacidad intelectual leve se atiende reduciendo la abstracción y
complejidad e incrementando ayudas.
. En la
discapacidad intelectual moderada se atiende enseñando las rutinas de
aprendizaje.
. En la discapacidad
severa y profunda se establece una atención cognitiva muy significativa en
centros específicos.
- - Comunicación y lenguaje ->
. En la
discapacidad intelectual leve se refuerza la comprensión y expresión (apoyo
logopédico).
. En la
discapacidad intelectual moderada se favorece la estimulación expresa de todas
las dimensiones en comprensión y expresión. En su caso, valorar sistemas
complementarios.
Por otro lado, se establecen
Necesidades Educativas Especiales en diferentes dimensiones:
- Necesidades derivadas del funcionamiento intelectual: atención, memoria, control conductual, metacognición, procesamiento de la información en todas sus fases.
- Necesidades derivadas de las habilidades adaptativas: desarrollar en los niños el desarrollo de la comunicación, autocuidado, habilidades de vida en el hogar, habilidades sociales, utilización de la comunicación, autodeterminación, salud y seguridad, habilidades académicas y funcionales, ocio y tiempo libre, trabajo.
- Necesidades derivadas de la participación, interacción y roles sociales: implicar al alumno en la ejecución de tareas en la vida real.
- Necesidades derivadas de la salud: recalcar a los niños la importancia del apoyo emocional, ya que los problemas de salud no son distintos, pero sí los efectos de los problemas de salud.
- Necesidades derivadas del contexto: favorecer la estabilidad, predictibilidad y el control.
Ahora
vamos a pasar a hablar sobre la educación de los niños y niñas con discapacidad
intelectual, tanto en el aula como en casa.
Nos
centraremos en una educación temprana de esta discapacidad y para ello nos
apoyaremos en un modelo de enriquecimiento parental. Este modelo defiende que debemos
centrarnos en las necesidades, aspiraciones, proyectos y prioridades
identificados por la familia, con el fin de promover al máximo un
funcionamiento familiar positivo. Por otro lado, trata de promover la competencia
de la familia para movilizar sus recursos, partiendo de sus propios valores y
capacidades. También es prioritario fortalecer las redes de apoyo social mutuo
y potenciar el uso de los recursos existentes. Además, se debe tener como un
objetivo prioritario potenciar la capacidad familiar de ser autosuficientes
para atender a las necesidades del niño o niña.
El
desarrollo y el aprendizaje del niño con discapacidad intelectual precisan que
todo el conjunto de sus entornos de desarrollo se organicen para maximizar el
tipo de experiencia que se ha descrito como mediación social o, siguiendo a J.
Bruner, “andamiaje”. No sólo las actividades específicamente educativas, sino
toda la experiencia social y familiar del niño, deben sistematizarse para
proporcionarle ese tipo de experiencia.
El
siguiente enlace nos habla de forma más detallada sobre el proceso de
andamiaje:
También
es importante tratar de integrar de forma efectiva en la escuela y en casa las
técnicas y procedimientos de enseñanza-aprendizaje que se han mostrado
especialmente eficaces, como por ejemplo:
- Técnicas de modificación de conducta.
- El principio de redundancia (hacer llegar la información por diversos canales sensoriales a la vez y combinando distintos sistemas de comunicación).
- La presentación simple y muy estructurada de los estímulos.
- El refuerzo sistemático de las habilidades básicas que sean requisitos para la adquisición de otros aprendizajes.
- La práctica reiterada con un grado de autonomía creciente.
Los
principales criterios metodológicos para la intervención educativa con el
alumnado con discapacidad intelectual son: aprendizaje basado en la
experiencia; realizar actividades específicas para la generalización de lo
aprendido; tener y mostrar confianza en la capacidad de aprendizaje del alumno
o alumna; secuenciar las tareas en pasos más pequeños; utilizar estrategias de
diseño universal de aprendizaje; prestar niveles de ayuda más elevados de lo
habitual; usar estrategias de comunicación total; reforzar positivamente el
esfuerzo y los logros parciales (no sólo el final); darle más tiempo para
realizar las tareas; pasar gradualmente de la directividad a la autonomía en
las tareas.
Por
último, la familia y el ámbito educativo del niño/a tienen que colaborar juntos
en esta tarea tan importante que es tratar a un niño/a con discapacidad
intelectual. Por ello, como profesores debemos ofrecer a las familias
información clara y exhaustiva, como punto de partida para una auténtica
colaboración; prestarles orientación y apoyo en sus necesidades, ya sea
mediante tutorías individualizadas o mediante sistemas más complejos y
elaborados como las escuelas de padres o los grupos y redes de apoyo;
establecer medios de coordinación con la familia y los servicios extraescolares
para hacer un planteamiento conjunto, complementario para el desarrollo del
niño, de las experiencias escolares y extraescolares…
En el
siguiente enlace se exponen una serie de intervenciones que nos han parecido
adecuadas para complementar este tema:
Para
finalizar nos gustaría concluir con esta fotografía y decir que debemos tratar
a los niños/as que tienen discapacidad intelectual, ofreciéndoles las mismas
oportunidades que a los demás, desarrollando al máximo sus posibilidades y
competencias, aunque presentando con ellos una atención más individualizada, ya
que requieren más ayuda de profesionales. Y sobre todo, tratarlos con mucho
cariño y dedicación.
ELLOS SE
LO MERECEN TODO.
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